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ISSN 1989-4163

NUMERO 118 - DICIEMBRE 2020

 

Las Losers

Itziar Mínguez

Crítica a la serie SKAM ESPAÑA
Movistar +

Empecé a ver SKAM ESPAÑA, por recomendación de un amigo sin saber que iba a encontrarme con una ficción inusual en nuestro país, aderezada con el ingrediente transmedia y material extra que va más allá de lo que se contaba en los capítulos.

SKAM es una serie franquicia, cuyo original está en Noruega. Hay versiones en Francia, Italia, Países Bajos, España, etc. El visionado de las distintas versiones rompe todas las fronteras, yendo más allá del país donde ha sido concebida. Este es un hecho al que ya nos hemos acostumbrado desde que el consumo mayoritario de ficción se hace a través de las plataformas dejando el consumo de los canales tradicionales para un público cada vez más residual.

SKAM ESPAÑA es la adaptación española de la madre nodriza noruega. La historia es sencilla: las idas y venidas de 5 chicas adolescentes durante los dos cursos de bachillerato. Lejos de ficciones como la exitosa Élite o las precursoras: Al salir de clase, UPA Dance o Física y química, SKAM marca la diferencia precisamente porque parece tan real que el concepto ficción se desvanece casi por completo. Si hay una serie con la que los adolescentes pueden sentirse representados es SKAM. Los personajes de SKAM hablan como los jóvenes, se relaciones como los jóvenes, hacen botellón como los jóvenes, se enamoran como los jóvenes, no necesitan tramas rocambolescas ni misterios por resolver, se limitan a ser ellos, con sus problemas, sus miedos, sus cuitas, sus inseguridades.

SKAM es una de las ficciones que más me ha interesado en los últimos tiempos. Y una de las que más voy a extrañar. Su verdad, su conexión con cuestiones muy elementales y el esfuerzo notorio tanto del elenco como del equipo técnico por ofrecer un producto honesto, consiguen transmitir una verdad ausente en otras ficciones a las que se ha colgado, injustamente, el cartel de necesarias e imprescindibles.

Eva, Cris, Nora, Viri y Amira son squad. Cinco chicas que se juntan en primero de bachillerato porque están solas, que se hacen amigas bajo el pretexto de hacer un viaje de fin de curso cuando terminen. Cinco chicas de hoy en día que acaban siendo amigas de verdad y que le dan a la palabra amistad un contenido que hace tiempo ninguna ficción mostraba. Cada temporada cuenta la historia de un personaje, desde su punto de vista exclusivo. Empezó con Eva, la primera temporada, injustamente minusvalorada, pero que tuvo que vencer el handicap de acostumbrarnos a un formato nuevo, extraño. A mí me encantó. El tema: el primer amor y sus cosas: la dependencia, los celos, la traición a la mejor amiga. Recomiendo revisarla. La segunda temporada, la que más boom tuvo, protagonizada por Cris y Joana, el descubrimiento de una identidad sexual que se aleja de lo heteronormativo, la aceptación de la bisexualidad, el tratamiento de una enfermedad, TLP (Trastorno de la personalidad) con una delicadeza y hondura impresionantes. La tercera temporada, con una estupenda Nora como protagonista y el amor tóxico como leitmotiv que transcurrió por caminos más tópicos pero que se compensó con la historia de Viri, uno de los personajes más fascinantes de la serie y que habría merecido un desarrollo más en profundidad. La cuarta y última temporada se ha cerrado con Amira, tratando el tema de la religión, más concretamente el Islam, tocando todas las cuestiones con muchos matices y cero prejuicios, sin dejar de explorar ninguno de los recovecos.

La temporada final se ha visto perjudicada por la pandemia y no ha podido tirar del recurso que tan bien funciona de servir los clips a tiempo real, es decir, cada cosa que pasa se emite a tiempo real y cada clip que se emite lo hace en la hora y minuto que sucede en la ficción, ya sean las 8 de la mañana como las 3 de la madrugada. La ficción se completaba con la interacción de los personajes en sus redes sociales porque los personajes tienen perfil de instagram y chats directos donde la historia “sigue sucediendo”. Contenido extra que le da más dinamismo y colabora a dar más verosimilitud aún a la historia.

Pero lo más importante de SKAM no es ver la evolución y el punto de vista de cada personaje, que también, sino lo que aportan a la squad las vivencias de cada una de las chicas. Se han contado cinco historias individuales para contar una historia coral. Y eso se nota en los últimos clips, en los que comparten las chicas, en los que el protagonismo individual cede paso a a la historia grupal, verdadera protagonista de SKAM y parece querer decirnos: llegamos a ser quienes somos, cada uno de nosotros, a través de lo que aportamos al conjunto.

El objetivo que las unió, ese gran viaje de estudios que funciona, en realidad, como el MacGuffin de la historia, termina frustrándose o, al menos, no siendo lo que esperaban. (¿Hay algo que termine siendo lo que esperábamos en la adolescencia?) En su lugar, las chicas, se conforman con una improvisada escapada que llena todas sus expectativas porque la felicidad también es eso, aceptar la derrota, asumir que perder forma parte de este juego.  Es más, el capítulo final se titula las losers pero viendo a las chicas abrazadas ante un atardecer frente al mar, uno piensa que no se puede ser más ganador, que el verdadero éxito se compone de momentos pequeños, improvisados, de brindis que salen del corazón. No en vano, el brindis que hace cada personaje no estaba en el guion, lo improvisaron las actrices en un valiente ejercicio de generosidad para emocionarnos, con el único material que nos conmueve: la verdad. Amira dice: por nosotras. Viri: porque sois las mejores amigas que podría tener. Nora: porque no se nos olvide nunca todo lo que hemos crecido juntas y cuidarnos siempre. Cris: porque me habéis cambiado la vida. Eva: porque todo lo que hemos vivido ya es para siempre.

Con un nudo en la garganta, Amira sueña en voz alta: “Buah, ojalá hubiera un aparatito con el que, yo qué sé, pudiésemos darle pausa a los momentos que molan”. En realidad, Amira está soñando para todos porque todos hemos deseado darle al pause alguna vez. Y todo esto con la voz de Pau Donés de fondo cantando “Eso que tú me das”. No se puede dar más. No se la pierdan, por favor. Gracias, SKAM.

 

 


 

 

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